21 de julio de 2024

Domingo XVI Tiempo Ordinario

Domingo XVI Tiempo Ordinario

“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo”, dice el libro del Eclesiastés: por eso, hay un tiempo para el trabajo y un tiempo para el descanso. El domingo pasado Jesús enviaba a los discípulos a anunciar el evangelio, y en este domingo los recibe y les ofrece un descanso con Él.

Pero mientras aparece una necesidad de la gente: “andaban como ovejas sin pastor”. Así, Él mismo se puso a atenderlos. La Iglesia quiere enseñarnos de esa forma que el pastor que prometía el profeta en la primera lectura, ha llegado, es Jesús. A sus discípulos les tocará, en el tiempo en el que Jesús ya no esté, hacerlo presente por medio de su acción pastoral: el tiempo de la acción inmediata de Jesús dará paso al tiempo de la acción sacramental de Jesús.

Podemos aprovechar este domingo, en la tranquilidad del verano, para reflexionar acerca de este misterio de la Iglesia, en la que Jesús no trata con nosotros como con los discípulos sino que ejerce su cuidado pastoral con nosotros por medio de pastores a los que él ha llamado.

Bajaba yo el otro día con un vecino desde la farmacia que me explicaba que él hablaba con Jesús como amigo pero no venía a la Iglesia, que esto no le iba mucho: un clásico… ¿cómo tenemos certeza, entonces, de que es con Jesús con quien hablamos, y no somos nosotros solos, sin ir más lejos? Pero es cierto que vivimos un momento de la historia en el que rara es la semana o el mes que no sale un escándalo relacionado con algún sacerdote o algún obispo, lejano o cercano, que nos puede hacer pensar en atajos.

La Iglesia tiene pastores, que a veces toman malas decisiones, o que no toman decisiones cuando deben hacerlo, porque no saben o no quieren arriesgar su fama o su comodidad. Podríamos preguntarnos: ante los malos pastores, ¿sería posible vivir la fe sin pastores? No ya sin Iglesia, pues todos vemos que hemos conocido a Dios en la Iglesia, pero ¿y sin pastores? No, no sería posible, no lo sería por una cuestión de sacramentalidad.

La Iglesia es sacramental. Tiene que reflejar visiblemente lo que es invisible. Si hay un pastor bueno que es Jesús, la Iglesia ha de mostrar a ese buen pastor no con lecturas o de memoria, sino de forma visible, con pastores visibles. Está en la esencia de la Iglesia tener pastores porque Jesús fue el buen pastor. Así, lo contrario de los malos pastores, si tenemos la desgracia de dar con uno o con varios, no es que no haya pastores, es buscar los buenos pastores. Esto nos sucede así con todo en la vida: ante un mal detergente o unos malos zapatos, no decidimos no usar detergente ni zapatos, sino buscar un buen detergente y unos buenos zapatos.

La Iglesia necesita buenos pastores que nos conduzcan a verdes praderas no por organización, no por comodidad, para tener más horario de misas, o el bautizo de mi nieto a la hora que yo quiero, sino por naturaleza, porque así visibiliza el cuidado de Cristo.

Y por eso está necesitada de buenos pastores, dispuestos a elegir bien, y a complicarse la vida, a tomar decisiones impopulares pero necesarias para la fe. No se llega a verdes praderas sin atravesar cañadas oscuras. Las cañadas oscuras son el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Los buenos pastores son los que nos anuncian con su palabra y su vida cómo ha sido Jesús buen pastor. No son los que siempre dicen cosas bonitas, ni mucho menos los que me dicen siempre lo que yo quiero oír. Buen pastor no es el que me da lo que le pido, sino el que me hace avanzar hacia verdes praderas.

Pidamos a Dios buenos pastores para la Iglesia, dispuestos a recordarnos y a encaminarnos como Cristo buen pastor. ¿Sé reconocer a los buenos y malos pastores? ¿Qué busco en ellos, que me hagan caminar o que me den gusto?

San Buenaventura dice de Jesús que es nuestro maestro porque nuestra luz nos llega de Él. Y el cardenal Newman rezaba: “Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí. La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí”. Eso es un sabio. Jesús es el buen pastor que nos enseña. “El Señor es mi pastor” significa que mi luz viene del Señor y que mi corazón solo quiere reconocer esa luz.

Hagamos sacrificios y peticiones en verano para tener muchos y buenos pastores, con los que podamos decir que se cumple la Palabra de Dios por Jesús: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países. Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán. Ninguna se perderá”. Eso es lo que queremos, que todos encuentren al buen pastor en el sacramento de nuestra vida.