Solemnidad de Cristo, Rey del Universo

24 de noviembre de 2024

Solemnidad de Cristo Rey del Universo

Solemnidad de Cristo, Rey del Universo

En el año 1925, después de la primera Gran Guerra, de la revolución rusa, de millones de muertos por todo el mundo, de años de fuerte laicismo y oscuridad, el Papa Pío XI crea esta fiesta que hoy celebramos. Antes, que Cristo es Rey se celebraba el Domingo de Ramos. Ahora, el último domingo del año litúrgico la Iglesia festeja a Cristo como el Rey que lo reunirá todo al final de la historia, para que se haga definitivamente su voluntad.

Decía Pío XI que Cristo es el Rey de todo lo que existe: naciones, sociedades y personas. Y que con su cercanía refleja su dominio sobre el mundo, porque el hombre se comportaba como Pilato en el evangelio de hoy: desconfiando de Dios, de la verdad, de sí mismo.

Un siglo después, el mundo sigue pendiente de guerras, de amenazas entre naciones, de ataques, injusticias y de violencia que hunde al hombre y apaga a generaciones enteras: ¿Cómo creer que Cristo es rey de verdad? El papa Francisco decía en su última encíclica, Dilexit nos: “Nuestras comunidades sólo desde el corazón lograrán unir sus inteligencias y voluntades diversas y pacificarlas para que el Espíritu nos guíe como red de hermanos, ya que pacificar también es tarea del corazón. El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia”.

La felicidad, la construcción del Reino de Dios, es una cuestión de competencias. Si nuestro corazón, herido por tantos daños, no se une al de Cristo, no le da las competencias que son suyas, sino que nos consideramos independientes, nos hacemos mal, pero si se da un encuentro, una salida de uno mismo, una confianza, la cosa cambia.

Dice el Papa: “Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido. Tiene una dignidad ontológica, pero al mismo tiempo debe buscar una vida más digna”. ¿Qué competencias tiene en mi vida un tipo que dice, preso y débil, que es el Rey del universo?

En realidad, Jesús es Rey porque su corazón, lejos de venirse arriba, de hacerse soberbio y convencido de su poder, es el lugar del encuentro de Dios y el hombre, es una búsqueda de la renuncia de uno mismo por el otro. El mayor ejercicio de libertad consiste en eso: Jesús es Rey porque no elige el camino de la fuerza sino el de la obediencia, o mejor, se hace fuerte siendo obediente, en una obediencia que no facilita las cosas, pero que las pacifica.

Ante Pilato, Jesús es el Rey pacífico: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra… Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados los hijos de Dios”. Jesús es un tipo competente, porque nos predispone para la gracia, porque ejerce su libertad abriendo su corazón a la gracia de Dios, no cerrándolo para que Dios no obre a su Providencia.

Así, la violencia y el mal del mundo desde fuera y macroscópicamente hablando, comienza a vencerse desde el encuentro en el corazón del hombre en lo oculto, donde Jesús comienza a reinar. El Reino de Dios no se impone desde fuera, es una acción de la gracia de Dios desde dentro, desde su acción en nosotros. Y desde ahí, Dios ofrece lo mejor a la libertad de cada uno.

Por eso, Cristo necesita que le ampliemos hoy sus competencias, no que se las limitemos. Jesucristo es proactivo, no espera que le pidamos para ofrecernos, porque le compete nuestra felicidad, se ha entregado a sí mismo por ella, y no solamente ha recibido el bien, también ha querido acoger el mal que le venía de nosotros. ¿Empleo mi libertad para dejar espacio a Dios en mi vida, o la utilizo como excusa para no darle competencias? ¿Pido la gracia de Dios ante las injusticias que cometo o recibo, o me excuso para hacer lo que quiero? ¿Quién reina, en esos casos?

Nosotros no sólo vivimos una relación con Dios en el interior, sino que se manifiesta en la sociedad, pero es desde nosotros desde donde Dios, en clara cooperación, ejerce su reinado, su poder. El profeta Daniel advertía de la paradoja: el que parece atado, incapacitado, dominado por nuestro pecado y capricho, “tiene un poder eterno, su reino no acabará”. El poder dura si es fruto de esa humildad, si no, acaba siendo violento y tiránico.

Nosotros hemos sido vestidos de esa forma de Dios de ejercer el poder, por eso se nos ve a la legua, aunque intentemos disimular, cuando hacemos las cosas a nuestra manera y cuando las hacemos según Dios. A la legua, por mucha racionalidad y equilibrio que intentemos mostrar. Se nos nota cuando queremos lo nuestro, sin más, como sea.

Durante siglos, la Iglesia española comenzaba la misa cantando el salmo que hemos cantado hoy: “el Señor se viste y se ciñe de poder”. ¿De qué tipo de poder nos revestimos nosotros? ¿Cómo esperamos que venga el reino de Dios, que se haga presente, si no es negando el nuestro? ¿Queremos, entonces, de verdad, que venga el reino de Dios?

Hay una sabiduría y una fuerza en el poder de Cristo Rey que tenemos que descubrir, para no instrumentalizar el reino de Dios. Que el Señor nos conceda su amor y su humildad, verdadera belleza de un mundo a menudo tan feo.