Domingo VI de Cuaresma - De Ramos

13 de abril de 2025

Domingo VI de Cuaresma – De Ramos

Domingo VI de Cuaresma - De Ramos

Durante tres domingos, las lecturas nos han ido mostrando la belleza de la conversión, del perdón de Dios. ¿Recuerdan? La higuera estéril, el hijo pródigo, la mujer adúltera… esas escenas dan paso a la cruz de Cristo, como acabamos de escuchar: la cruz es la llave del Paraíso, abre la puerta del cielo, de la felicidad eterna. En la pasión según san Lucas, la cruz es el elemento característico de la conversión. De forma esperada o inesperada, puntual o permanente, ¿qué hacemos cuando la cruz pasa por nuestra vida?

En el evangelio de hoy, la cruz pasa por la vida de Simón de Cirene, por la de las mujeres de Jerusalén, por la de los dos ladrones. Ellos tienen que decidir si aceptan ser testigos, ser discípulos de Jesús, o si la dejan marchar. Quien decida ser discípulo de Jesús, solo tiene una forma de hacerlo: cargando con la cruz, siguiendo a la cruz, siendo clavado en la cruz.

Lamentablemente, entonces nos sucede como decía la primera lectura, como a Jesús: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos”. Pero en todos esos casos “el Señor me ayuda”. ¿Cuántas veces nos toca cargar con la cruz? ¿Cuántas, al peso de la cruz, se añade la experiencia de la incomprensión?

Por eso, el Señor nos ayuda para no quedar avergonzados, para no creernos solos, para descubrir la fortaleza y la cercanía de la Iglesia, de los cristianos: cuando Cristo es puesto en la cruz, lejos de mirarse a sí mismo, de lamentarse de su desgracia, de reclamar su justicia, obtiene para nosotros el perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”; además, nos muestra la utilidad de la cruz: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”; y nos asegura el cuidado del Padre: “a tus manos encomiendo mi espíritu”.

La cruz de Cristo es un don para sus discípulos, de donde también nosotros aprendemos a afrontar la vida perdonando, viviendo como hijos de Dios y ofreciendo el cuidado de un Padre, nuestra mayor seguridad.

La Iglesia pone a nuestro alcance todo esto en las celebraciones litúrgicas de estos días. La Iglesia nos lo recuerda al entregarnos los ramos, que serán en nuestra casa un recuerdo de la victoria de la cruz, para que no la rehuyamos sino que sea nuestra fuerza. Podríamos, a lo largo de esta semana, repetir cada día en casa el texto de la carta a los filipenses que hemos escuchado en la segunda lectura: cada día de esta semana le ofrece un acento distinto y nos ofrece una sabiduría nueva. Al que muere en la cruz, Dios “lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre”.

¿He preparado ya la Semana Santa? ¿Tengo los horarios de los oficios? ¿Dónde voy a participar, el sábado por la noche, en la Vigilia Pascual? ¿Con quién voy a ir, a quién voy a invitar? Para san Lucas, los testigos de la pasión son Simón de Cirene, las mujeres de Jerusalén, los dos ladrones: que nosotros seamos los testigos de la celebración de la Pasión en estos días y los vivamos para Dios, no para el mundo.