Domingo III Adviento A

14 de diciembre de 2025

Domingo III Adviento A

Domingo III Adviento A

La Iglesia nos dice que el tercer domingo de Adviento se denomina “de la alegría” pero el evangelio sitúa a Juan Bautista en la cárcel: el domingo pasado, Juan triunfaba entre la multitud en el Jordán, hoy experimenta la soledad en prisión, entonces su nombre corría de boca en boca por su vida honesta, hoy lo encontramos en el olvido.

Decía Jean Daniélou que “es el momento en el que, humanamente, no ve nada claro, en el que todo se mantiene únicamente firme en una vida pura y desasida de todo, es el momento en que experimenta justamente aquellas grandes pruebas de la fe, por las que Dios ha hecho pasar a sus mejores amigos para que su fe sea verdaderamente probada”.

Pero avisaba el apóstol Santiago que “la venida del Señor está cerca”, ese es el motivo de nuestra alegría: “el Señor está cerca”. ¿Cómo de cerca? El profeta Isaías, al que escuchamos por tercer domingo consecutivo, nos decía que “¡He aquí vuestro Dios! Viene en persona y os salvará”.

Israel vivía sumido en la depresión y la tristeza del exilio en Babilonia cuando el profeta le anuncia la vuelta a la Tierra Prometida: “Retornan los rescatados del Señor. Llegarán a Sion con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros”. Es la alegría de la liberación. Israel va a poder ser libre y comenzar su vuelta a casa a través del desierto, aún no está en casa, es una alegría segura pero no cumplida.

Veíamos estos días a María Corina Machado con la euforia de la libertad en Noruega, pero esa alegría no es completa porque la libertad aún no está en su pueblo, no está en su casa. Israel vivía ya el gozo y la alegría, decía Isaías, pero aún tenía que volver, es una alegría aún fuera del país… así nos sucede a nosotros: ¿Por qué tiene que volver el Señor? ¿Por qué tanta alegría? No sólo por hoy, sino más aún por mañana, porque viene para llevarnos a nuestra verdadera casa, que no es esta.

En realidad, aquí aún no somos libres del todo, nuestro estado es pasajero, nuestra alegría aquí no puede ser completa, por más que lo intentamos, que la buscamos, que intentamos fijarla en cosas pasajeras, pero no, esta es “nuestra Noruega”; nuestra patria prometida, nuestra libertad plena, nuestra alegría cumplida será en el cielo.

Por eso, ¿cómo les dice el profeta para el camino? “Sed fuertes, no temáis”. Cada vez, a diario, que nos demos cuenta de que aquí nuestra alegría no es perfecta, no es completa, no nos empeñemos en poner la alegría donde no está, seamos fuertes para no moverla de sitio, para perseverar en la verdad, para afrontar la prueba de cada día sin elegir sucedáneos.

Y aquí retomamos la estancia de Juan Bautista en la cárcel: Juan sólo busca a Jesús. Busca cómo hacerse fuerte, y eso le lleva de nuevo a Jesús. Y, ¿cómo responde Jesús? Jesús no va donde está Juan, no lo saca de la cárcel. Ni le dice que Él es el Mesías y que merece la pena pasar las penurias que está pasando. Jesús envía a sus discípulos para que le citen a Isaías, y Juan, que reconoce las profecías de la Sagrada Escritura, entiende lo que tiene que hacer, se hace fuerte y persevera, porque sabe que no se ha equivocado a pesar de las tristezas: le saca de sí mismo para que mire hacia Dios.

Y todo se transforma. Ante las dificultades, ante la sensación de ahogo o de miedo, Juan Bautista no busca un milagro. No busca un signo de poder, porque él ha visto a Jesús venir en pobreza y humildad. Un signo de poder, a lo grande, es la forma propia del mundo, no de Dios. Las palabras de Jesús son un mensaje para Juan, al que le basta con conocer bien la Sagrada Escritura: toca hacerse fuerte en la fe.

No podemos entender las cosas que nos pasan sin conocer la Escritura, que es la piedra Rosetta de nuestra vida. No entendemos la misa sin la Escritura, menos aún la vida. Sin la Palabra de Dios nos inventamos nuestro camino, muy coherente, muy piadoso, pero muy inventado. A Juan en la cárcel sólo le queda la Escritura, pero ya entiende que toca hacerse fuerte porque le queda un último paso para la libertad plena, la muerte: su último acto profético será morir por Dios antes que el Mesías.

Hemos superado ya el Ecuador del Adviento: ¿cómo nos hemos fortalecido? ¿qué nos ha alegrado? La alegría de la venida del Señor no se cumple el día 25, no. 25 ya hemos tenido muchos. Se cumple a su vuelta. Pero se empieza a preparar uno aquí, como entrena para una carrera, para la vida. En nuestras cárceles, en nuestras imposibilidades, cegueras o cojeras, en nuestra soledad y abandono. Hay que afrontar con decisión las ataduras de la vida y ser fuertes, porque viene nuestra alegría.

Aún no ha llegado, no llega del todo en esta vida, levantemos la mirada en los fracasos y debilidades, para hacernos llenar de la esperanza de Dios, y elijamos bien para no quedarnos a mitad de camino y que la alegría se vaya apagando, porque el Señor viene, pero no para que nos quedemos como estamos, sino para ir siempre a más virtud, alegría, libertad.