Domingo XV Tiempo Ordinario

14 de julio de 2024

Domingo XV Tiempo Ordinario

Domingo XV Tiempo Ordinario

En la tradición de los maestros de Israel, eran siempre los discípulos los que elegían con quién querían aprender la Ley de Israel, elegían su rabbí. Jesús rompe con esa costumbre siendo Él el que elige a sus discípulos. Los llama por su nombre y les propone un seguimiento en el que añade otro elemento novedoso: no sólo envía a sus discípulos, como en cualquier tiempo y profesión un maestro plantea las prácticas a sus alumnos, sino que, además, lo hace con autoridad: “los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”. Jesús les da su autoridad, como si les dijera: “vosotros sois yo”. El peso de ser discípulos de Jesús es grande, pues “no me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros y os he destinado para que deis fruto”.

Jesús llama a sus discípulos y, para enviarlos, los reviste de autoridad, ¿por qué? Los discípulos podrían hacer una pregunta a Jesús, una pregunta que quizás nos hemos hecho alguna vez también nosotros, o quizás, que viene bien que nos hagamos: Jesús, ¿tú me envías o tú me lías? Sólo caben dos posibilidades con alguien que ha venido a buscarnos como Jesús. O nos está enviando, como parte de su propia misión, como algo digno y honorable, o nos está liando, nos está complicando la vida con algo sin mucho recorrido, sin mucho sentido.

Su autoridad es su respuesta: Jesús pretende dar a los suyos parte en su autoridad, es decir, en su servicio, en su evangelio, en su Iglesia, en su misión, en su divinidad, en su intimidad y sabiduría divinas. No busca utilizar a los discípulos, no les engaña, no se aprovecha de su bonhomía o de sus inquietudes. Jesús no implica a los pescadores a ser sus trabajadores para sentarse Él a descansar, sino que, cual líder, les ofrece ser parte en la tarea que Él ha emprendido sin descanso.

Por eso, Jesús advierte a los suyos que con Él y como parte de Él, sólo caben dos posibilidades: o se le acoge o no se le acoge. Si se le acoge, la salvación ha llegado a esa casa, porque esos discípulos llevan la autoridad de Jesús. Pero si no se le acoge, la autoridad hace que la salvación se marche a otro lugar.

Para aquellos que escuchen la buena noticia de Jesús por medio de los discípulos, al contemplarlos a ellos están recibiendo una pista sobre la decisión a tomar. Ellos son los testigos de la respuesta correcta. Su envío es el primer punto de crisis en el que los apóstoles aceptan a Jesús o no. Aceptar ser enviados supone entender la fe en Jesús como una llamada suya. No aceptar supone entender que están ahí por casualidad, porque les ha tocado.

¿Qué implicaciones tiene para nosotros que los discípulos entiendan su envío de una forma o de otra? Jesús, la fe, caminan a nuestro lado durante nuestra vida. Desde pequeñitos. Han ido con nosotros, catequesis, la comunión, la misa de los domingos, me confieso… pero llega un momento en que hay que rendir cuentas con la fe y decir: ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me mandas? ¿Por qué me envías? ¿Por qué me dices lo que tengo que hacer?

No podemos hacer como que no nos vemos, como que no tenemos nada que ver con quien nos ha acompañado durante años… Estamos en casa, y nos hablan sobre la fe; en el colegio, en el trabajo, o por la calle… y Jesús está ahí. Si alguien nos siguiera de esa manera tan descarada, en tantos lugares, durante tanto tiempo, ¿no nos volveríamos y le diríamos que quién es y que por qué nos sigue?

Un poema de Leopoldo Panero le pregunta así: “Dime quién eres y por qué me visitas, por qué bajas a mí que estoy tan necesitado y por qué te separas sin decirme tu nombre. Dime quién eres Tú que andas sobre la nieve”.

La llamada de Jesús, su presencia en nuestra vida no es para “estar”. Él nos dice: Tú vienes conmigo para creer en mí y a ayudarme a que otros crean. No se puede pasar uno la vida al lado de Jesús sin mirarnos a los ojos, porque Jesús da la vida por nosotros.

Querer vivir una relación con Jesús a nuestra manera ya sabemos lo que es: rechazar su propuesta. ¿Quién eres? ¿Por qué me visitas? ¿Cuál es el compromiso que me pide Jesús? No, no es de listos darle largas a Jesús; sus discípulos no son unos engañados, unos pardillos. Así, la vida de la Iglesia o nos implica a todos o nos sacudimos el polvo de las sandalias. Jesús nos ha llamado y nos envía en nuestra familia, en el trabajo, en la parroquia y en el club de golf a dar frutos de amor y de fe.