Inmaculada Concepción de la Virgen María

8 de diciembre de 2024

Inmaculada Concepción de la Virgen María

Inmaculada Concepción de la Virgen María

Desde muy antiguo, ya en el siglo IV, V, la Iglesia ha confesado este dogma tan peculiar que hoy celebramos. No lo definía como hacemos nosotros ahora, la Inmaculada Concepción, sino que lo hacía con dos sencillas palabras: María es la “toda santa”, la “toda pulcra”. Eso significaba “llena de gracia”, que dice el ángel. En ella sólo hay santidad.

También desde muy antiguo, los españoles hemos sido grandes defensores de esta doctrina, María no cometió nunca un pecado en toda su vida. Aunque algunos todavía se creen hoy que deberían formar parte de ese dogma, la realidad es que sólo de María se confesaba eso. Ciertamente, algo así era muy controvertido: ¿cómo puede dar Dios semejante privilegio? Algo así es injusto. ¿Dios la quiere más a ella que a nosotros? Si Dios no nos da a todos lo mismo, entonces, ¿no tendrá menos mérito María, precisamente por darle Dios tanto?

Es precisamente eso lo que hace que tengamos que situarnos bien ante la misa de hoy, porque el peligro de un don tan peculiar como el que la Iglesia reconoce y celebra hoy en la Virgen María es que nos parezca algo lejano a nosotros, tanto que se quede en una bonita historia, o en algo anecdótico y sin más interés para nosotros, que no podemos ser sin pecado en esta vida.

Lo interesante es encuadrarlo en nuestra existencia, y por eso hacerlo preceder de la historia de Eva, en la primera lectura, es una ayuda para poder ver que ambas son diferentes, pero ambas son como nosotros.

Dos mujeres para entender la fiesta de hoy: la Iglesia la explica con Eva y María. Entre ambas hay un parecido y una diferencia que se complementan: ambas son concebidas inmaculadas. De ninguna de las dos decimos que tuvieran pecado original. Sin embargo, entre ambas hay una gran diferencia: Eva no creyó la palabra que Dios le dirigió, y, por lo tanto, pecó, mientras que María sí creyó la palabra que Dios le dirigió, y, por lo tanto, creció en su fe, se mantuvo inmaculada.

La vida de María se resume en su forma de aceptar la propuesta de Dios: “Hágase en mí según su Palabra”. El mundo en que vivimos ha dado tantas vueltas que, junto con Eva, prefiere decir: “Hágase en mí según mi palabra”, y no contenta con eso: “Hágase en ti según mi palabra”. Bien, esa es la diferencia entre la gracia y el pecado.

Dios preparó a Eva desde su primer instante, para ser la madre perfecta de todos los creyentes, pero su poca fe frustró el plan de Dios, y sin embargo María, que también fue preparada por Dios desde su misma concepción para ser la madre de Dios, creyó, confió en la Palabra divina, y es madre de Dios y de los creyentes.

Dios nos ofrece una Alianza, un pacto para ir juntos por la vida. En realidad, esto nos muestra que en la vida hay dos caminos, el de Eva y el de María. Que Dios propone a todos una Alianza, un camino para salvarnos en el que hay que fiarse, y uno puede coger el camino de Eva o el de María.

Pero, y esta sería la segunda gran objeción a esta fiesta, ¿cómo confesar que María es inmaculada, es decir, que nunca ha cometido pecado, y a la vez que María ha sido salvada por su Hijo, como toda criatura? Es un franciscano, Duns Scoto, el que explica, en el siglo XIII, de forma preciosa: María ha sido salvada por su hijo de una forma eminente, siendo preservada del pecado -cuatro veces escuchamos en la misa de hoy el verbo preservar-. Los demás hemos sido salvados por Jesús siendo perdonados de nuestros pecados. Preservar, como Jesús ha hecho con María, es más perfecto que perdonar, como Jesús ha hecho con nosotros. Pero todos hemos sido redimidos en Cristo.

María ha aceptado ser preservada del pecado, ha aceptado en cada momento de su vida, porque cuando uno más cree, más desea creer, pero todos nosotros podemos aceptar ser perdonados, y podemos aceptar también preservar a otros del pecado. En el Adviento en que estamos, María es modelo de esperanza y de la actitud perfecta, en toda circunstancia.

Y, en el mundo, nosotros que somos más de pensar que siempre hacemos bien, de tentar a otros con nuestras decisiones o palabras, María es modelo de quien no hace caer a otros en pecado, sino que los preserva con su santidad, hace el bien por Dios y por nosotros.

Así, tener devoción a la Virgen es esta imitación, es ayudar a que los demás hagan bien y elijan bien porque nosotros hemos elegido el bien antes, y lo elegimos hasta cuando es difícil, y eso es motivador para otros. ¿Yo elijo el bien para los demás? ¿Me niego al pecado para no hacer caer a otros? ¿Rechazo una mala idea antes de contarla, un insulto antes de decirlo, un ataque antes de tener que pedir perdón? ¿Acepto perdonar con humildad, de corazón, a quien considero que me ha ofendido? ¿Cómo se me da lo de pedir perdón, sobre todo cuando se trata de hacerlo con alguien a quien valoro menos que a mí, creo que es menos, más pequeño o incapaz?

Eso es amor a la Virgen, eso es hacer cercano el dogma de la Inmaculada. Que el Señor nos conceda preservarnos y preservar a otros del pecado, como creyentes, como María, y que nos conceda también aprender a perdonar siempre, con alegría, porque en perdonar nos asemejamos al que dio la vida por perdonarnos a todos.