San Isidro labrador

15 de mayo de 2025

San Isidro labrador

San Isidro labrador

¿Recuerdan a qué se dedicaba Adán? Dios encomienda a Adán en el Génesis el cuidado de la tierra. El primer labrador que conoce la historia, ese es Adán. Él fue modelo de tantos en la historia de la humanidad que han vivido esforzándose de sol a sol para ganar el pan para los suyos. Igual que trabajó la tierra Adán, la trabajó san Isidro.

El campo es una imagen preciosa de lo que es la vida divina, pues no basta con trabajar la tierra, es necesario que se den las condiciones adecuadas del cielo para que la tierra dé su fruto. En el campo se aprende que también lo que brota de la tierra es un don del cielo. Por eso hablaba el apóstol Santiago de la paciencia como virtud propia del que trabaja la tierra, virtud que refleja la mirada al cielo y a la tierra.

Nosotros, que vivimos con la exigencia de todo para ayer, que no miramos al que nos tiene que dar algo, sino sólo que esto sea inmediato, somos llamados en la fiesta de nuestro patrón a descubrir qué sucede mientras no sucede lo que nosotros queremos y como nosotros lo queremos.

Para conocer la vida de san Isidro, el documento de referencia es el Códice de Juan Diácono, un escrito del siglo XIII cuyo original pueden ir a ver al Museo de la Catedral de la Almudena. Cuenta uno de los pocos milagros que se le atribuyen en vida, que iba Isidro al molino con un saco de grano, acompañado por un mozo que llevaba otro saco, y como era invierno y veía a los pajaritos hambrientos, despejó un poco de tierra de la nieve del suelo, y puso en medio grano para que los pájaros se alimentaran. El mozo se reía de él, porque decía que estaba desperdiciando el grano, pero cuando llegaron al molino, el saco de san Isidro produjo mucha más harina que el del mozo. Con la paciencia se descubre el obrar de Dios más que con lo inmediato. No se puede ser artesano sin paciencia, ni santo sin paciencia, ni reconocer al creador y su acción sin paciencia.

La paciencia supone una actividad inmensa, preciosa, en nuestro corazón, que Jesús describe en el evangelio como “permanecer en mi amor”. Mientras no se da lo que queremos con urgencia, lo que deseamos a veces sin respeto, nuestro corazón, como el labrador con la tierra, está llamado a esperar en Dios, está llamado a ser tierra que se prepara para recibir el fruto divino y humano. La actividad durante la paciencia es un tesoro mayor que cualquier empeño nuestro, porque supone poner la mirada confiada en Dios, como san Isidro alimentando a los pájaros.

Si estamos convencidos de que el tiempo es oro, más deberíamos convencernos de que la espera es más valiosa que oro. Siendo joven san Isidro, tiene que abandonar Madrid por la presión de los almorávides en la villa, interrumpe su vida activa para marchar a Torrelaguna, y allí emplearse en las tierras, como hacía en la villa… en ese período de espera conoce a María Toribia, para nosotros María de la Cabeza, y se casa con ella.

Isidro aprende en la espera, porque paciencia no significa no hacer nada, significa saber qué hace Dios y qué tenemos que hacer nosotros. Jesús empieza a los suyos: “si guardáis mis mandamientos, si os amáis unos a otros…” En lo que no sale lo nuestro, ¿guardamos los mandamientos de Dios? En lo que no va como queremos, ¿amamos a los otros? Nuestra tendencia es a cargarnos de razones, a llenar el saco de la ira, pero Isidro alimenta a los pájaros.

Cuando la Iglesia celebra la fiesta de un santo nos recuerda la vocación a la santidad que todos hemos recibido. Y vosotros, los laicos, como laico era san Isidro, estáis llamados a mostrar esa santidad en medio del mundo, guardando los mandamientos, amando al prójimo, llenos de paciencia, trabajando, como artesanos, la tierra en la que vivimos, sabiendo que el fruto del cielo no es que se dé lo que buscamos, sino que acojamos lo que se nos ofrece. ¿Deseo en paz con Dios? ¿O deseo pasando por encima de otros?

        Mientras esperamos, mientras las cosas no suceden, mientras planificamos sin respuesta, la paciencia fortalece nuestra fe y nos llena de paz, nos enseña a querer bien y a ser humildes, refrena nuestra lengua y lucha contra nuestras tentaciones, perfecciona nuestra entrega e ilumina a los más nobles: ¿qué hace la paciencia en mí?

        Isidro esperó, vaciando su saco de grano; en ese vaciar se llenó de paciencia y agradó a Dios, que lo sació de harina. Pidamos al Señor que nos enseñe de qué necesitamos nosotros vaciarnos para que el artesano haga su trabajo fructífero en nuestra vida.