Santa María Madre de Dios

1 de enero de 2025

Santa María Madre de Dios

Santa María Madre de Dios

¿Saben cuál es la oración más antigua dirigida a la Virgen María? Al Padre, nos la dio el mismo Jesús, el Padrenuestro, o al Hijo, ya la generación apostólica le rezaba: “Ven, Señor Jesús”. Pero ¿y a la Virgen María? ¿Cómo aprendieron los cristianos a rezar a la Virgen?

En el siglo pasado, un investigador de Oxford encontró una serie de papiros en una ciudad al sur de El Cairo, entre los que apareció una oración a la Virgen María que los cristianos coptos ya le rezaban en el siglo III: “Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios, no deseches las súplicas que te presentamos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita”.

Es la primera oración que tenemos a la Virgen María y la llama “Madre de Dios”. María es la Madre de Dios porque ella ha engendrado al Hijo de Dios, Él ha “nacido de mujer”, que decía san Pablo a los Gálatas.

Por eso, se vio oportuno cerrar la octava de Navidad con esta fiesta. Hoy es un día importante para la Iglesia, en primer lugar, porque cerramos la Octava de Navidad, el día del Nacimiento de Cristo. En segundo lugar, porque en este día la Iglesia celebra lo que cree: que María es la Madre de Dios. En tercer lugar, por lo que nos decía el evangelio: al octavo día, el Niño fue circuncidado y recibió el nombre de Jesús. En cuarto lugar, porque Él es nuestra verdadera bendición, este niño que nos salva a todos es nuestra mayor bendición. Ciertamente, el Señor ha tenido piedad y nos ha bendecido, que pedíamos en el salmo. Por todo eso venimos hoy a misa.

Cada 1 de enero el Papa imparte la bendición “Urbi et Orbi”, es decir, la bendición que es Cristo, la ofrece a la Urbe, que es la ciudad de la que él es obispo, Roma, pero es bendición para todos los pueblos, para el Orbe, pues Cristo ha nacido como una bendición para todos. ¿Cuál es mi alegría en la Navidad? Concluyendo estos ocho días, ¿qué es lo que me hace sentirme bendecido por Dios? ¿Creo que el Nacimiento del Señor es mi mayor bendición en estos días? Hoy es un día para pedir por todo el mundo, que tanto se ha alejado de Dios, para que acoja esta bendición, para que Dios los bendiga a todos y crean.

Paradójicamente, esta gran alegría forma parte de un trágico destino: al cumplirse los ocho días, nos dice el evangelio, José y María cumplen la ley judía que manda circuncidar al Hijo. Jesús derrama su sangre por primera vez. Y lo hace cuando se le pone un nombre: “Jesús”, “Dios salva”. A los ocho días de su nacimiento, nos advierte de que por su sangre, Él salva. Él derramará su sangre en la cruz por nuestra salvación. En su circuncisión, la Pascua ya ha comenzado, Jesús ya anuncia que Él será el que salve a su pueblo por el derramamiento de su propia sangre.

Es la sangre recibida de María. Si hoy confesamos que Jesús se manifiesta como verdadero hombre, que nos va a salvar porque es también verdadero Dios, tenemos que reconocer que María es la verdadera Madre de Dios y del hombre. Ella ha dado a su Hijo una sangre humana que recibe, que se llena del poder divino. María es verdaderamente madre de Dios, pues por ella Dios ha podido hacerse carne.

La Navidad nos recuerda que la salvación nos es dada, y que nuestra vida consiste en acoger lo que Dios nos da con humildad. Es lo que veíamos el día de Navidad: nosotros no somos los protagonistas de nuestra salvación, solamente somos colaboradores de esa salvación. ¿Cómo acojo el misterio de Dios en estos días? ¿Dónde está esa humildad en mi acción?

Podría parecernos que hacer las cosas para Dios, que obedecer al Señor es una molestia, casi como venir a misa en fin de año, pero el fruto de hacer así las cosas cada día es una auténtica bendición, aunque suponga un ejercicio de continua negación. Así nos lo manifiesta el misterio de la Virgen Madre. La Iglesia antigua explicaba esta fiesta con una imagen muy conocida del Antiguo Testamento, la zarza ardiente. María es Madre de Dios y permanece virgen como aquella zarza que vio Moisés arder sin consumirse. Lo que se da a Dios no se pierde, lo que se hace según Dios permanece vivo, da fruto insospechado, por eso es bonito terminar el año civil dando gracias a Dios, porque nos ha bendecido y acompañado en este tiempo con su hijo Jesucristo, y pedirle que su bendición nos ayude a negarnos un poco más a nosotros mismos en este nuevo año para que se vea en nosotros un poco más a Jesús.

Aprendamos en este cambio de año esta antigua oración a María: “Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios, no deseches las súplicas que te presentamos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita”.