Solemnidad de la Virgen del Carmen

18 de julio de 2025

Solemnidad de la Virgen del Carmen

Solemnidad de la Virgen del Carmen

Los que han participado este año en la Escuela de Biblia que hemos organizado en la parroquia, han aprendido, entre tantas cosas, la importancia del monte como lugar donde Dios se revela; un lugar alto, que une cielo y tierra. Y también han aprendido que hay sacrificios a Dios que aprovechan si se consumen, que no son para ser comidos, sino para ser destruidos.

Viene bien recordar esto para situarnos en el monte Carmelo, como Elías en la primera lectura: el monte Carmelo es el lugar donde, después de una gran sequía y de un holocausto, un sacrificio, el pueblo comprende que ha estado lejos de Dios y se convierte a la fe en el Dios de Israel. Tras esa conversión vuelve la lluvia, decía la lectura, y Elías marcha, al encuentro de Dios, en el monte Horeb, donde Dios había hablado con Moisés.

Así que el monte Carmelo entra en nuestra historia porque allí tiene lugar la conversión de aquel pueblo a Dios. Y, como signo de esa comunión, llega la lluvia. Para la tradición cristiana, esa “nubecilla como la palma de una mano” que se deshace en abundante lluvia es símbolo y profecía de María, nubecilla del verdadero “Agua viva”, Jesucristo, que nos llega en la plenitud de los tiempos.

Y ¿cuál es, entonces, la belleza del Carmelo? Carmelo, que significa precisamente eso, belleza, hermosura, es el lugar de la conversión al Dios verdadero. La verdadera belleza de lo creado es poder reconocer a Dios y creer en Él. Esa verdadera belleza tiene una llave que todo lo transforma, que es el sacrificio, el misterio de la cruz de Jesús, que hemos escuchado en el evangelio.

María, la nubecilla, nos ha traído a Cristo, el aguador, que en el monte Calvario ha abierto su costado para hacer brotar de él torrentes de agua viva, de gracia, que han hecho del misterio de Dios “algo propio”, algo nuestro. En una frase explica esto Pablo: “envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley”.

Dice el papa León: “El sentido de la vida de María se custodia en la fidelidad a la Palabra recibida de Dios: el Verbo de la vida que ella acogió, llevó en su seno y entregó al mundo”. Y, ahora, eso ¿qué tiene que ver hoy con nosotros?

En cualquier forma en la que el misterio de la cruz se hace presente en nuestra vida, la actitud de María nos hace partícipes de la salvación de Dios, la hace para nosotros “algo propio”, y le da un valor nuevo a nuestras dificultades, penas y sufrimientos. Si aprendemos a acoger ese misterio, entonces nosotros somos la nubecilla como la palma de la mano, entonces la Iglesia es María.

¿Quiero que cambie la sociedad, que crea el que no cree, en mi casa, en mi familia, en El Plantío? He aquí la llave. Por eso, advierte el papa León: “ante las injusticias, que hieren el orden social, no cedáis a la tentación de pensar que el mal puede salir victorioso”. Nosotros, ante el misterio de la cruz estamos llamados a creer, como María, a confiar en la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, de la luz sobre la oscuridad. Así, como el bien vence al mal, el diálogo vence a la murmuración, la oración vence al desinterés, la actividad vence al individualismo, la negación de uno mismo es fuerza ante el egoísmo.

La verdadera devoción se aquilata en la vida cotidiana, tiene coherencia con la fe obediente y perseverante de María, es la que nos pone, y pone a otros, ante la invitación a la conversión. Así, la Iglesia es esa pequeña nubecilla, ese grupo pequeño que tiene por objeto convertir hacia Cristo, derramar al Salvador.

Y así, nuestras pequeñas comunidades, nuestra pequeña parroquia del Carmen de El Plantío, es aquí la nubecilla que tiene la misión de entregarse a Cristo para entregar a Cristo. Así, la belleza del Carmelo se hace presente en la carretera de La Coruña. ¿Busco la comunión de la Iglesia? ¿Vivo como parte de una pequeña nubecilla, o yo sólo quiero lo grande, lo aparente, ser un enorme temporal, que impida llegar la luz de Dios?

El Plantío necesita nuestra pequeña nubecilla, que traiga el Agua viva de la gracia, lo necesitan nuestras familias y proyectos, nuestros criterios y decisiones, si buscan en Dios protección, pero sin entrega: el escapulario es la preparación para culminar la ofrenda del bautismo en nuestra vida, y El Carmen de El Plantío es el ámbito para trabajar juntos que, de forma providencial, la Iglesia nos ofrece, algo que igual nos parece poco…

Todo empieza en una nube sin importancia sobre el mar, en lo aparentemente intrascendente… pero esa belleza nos alcanza, porque no hay nada más hermoso que ofrecer a Dios el sacrificio que Él nos ha concedido. Esa es la conversión del Carmelo, no que Dios acoja lo propio de cada uno, sino buscar primero como propio lo de Dios, y entregarlo bajo la nube.